Aún así hay un motivo más allá del ámbito sanitario por el cual más de la mitad de los afectados no reciben el tratamiento adecuado: el estigma.
Esta estigmatización nace de un gran desconocimiento de la enfermedad por parte del enfermo y del entorno. Se convierte en un tema tabú, por el cual una parte de la población aún no reconoce la depresión como una enfermedad, haciéndose visible la necesidad de diferenciarlo de un estado de ánimo.
Un suceso traumático puede ser el desencadenante, pero puede no tener ningún motivo aparente, generando el desconcierto: el enfermo no conoce la manera de explicar a su entorno por lo que están pasando, provocando vergüenza, aislamiento y miedo a mostrarse débil ante una sociedad competitiva. A su vez, el desconocimiento de algo que nunca antes se ha sentido, conduce al entorno al uso de expresiones como ‘anímate’, ‘no será para tanto’, se alejan por miedo a no saber actuar o les culpan de la situación, lo que difícilmente colabora a paliar su dolor.
La ilustración servirá de aliada para expresar y comunicar un mensaje de manera directa e impactante, ya que se dota de un lenguaje universal, accesible a todo el mundo.